Hoy os queremos hablar de una de las partes básicas de nuestras vidas: la familia. El concepto “familia” ha cambiado a lo largo del tiempo y hoy en día, cuesta hacer una definición universal.
Se han descrito 6 modelos de familia, con características diferentes:
Hiperprotector: este tipo de modelo familiar es el más común, actualmente. El objetivo principal es cuidar, facilitar el camino de los hijos y que no sufran. A priori, parece que es un modelo que cumple excelentemente la función protectora de la familia. Ahora bien, cuando este modelo se lleva al extremo, los padres acaban sustituyendo a los hijos, haciendo las cosas en su lugar cuando ellos ya son capaces de hacerlo solos (deberes, almuerzo, y solucionándoles siempre la papeleta cuando tienen algún problema. El mensaje oculto de esta manera de hacer es una idea de incapacidad del hijo/hija: “lo hago por ti, porque te quiero, porque tú solo no puedes hacerlo”. A la larga, son niños con baja autoestima, poco sentido de autorrealización, baja tolerancia a la frustración e incapaces de tomar decisiones por sí mismos. A mí me gusta representarlo con una frase de Oscar Wilde: “Con las mejores intenciones, se obtienen los peores resultados”.
Modelo democrático: son un tipo de familia que considera importante el acuerdo, el trato de igual a igual. No hay una jerarquía establecida entre subsistemas (parental-fraternal) y se defiende que todos tengan los mismos derechos. En el extremo de esta manera de hacer se confunden los poderes y se toman derechos adquiridos para tomar decisiones que, en realidad, no estarían en condiciones de tomar. Estas circunstancias nos suelen llegar cuando el hijo/hija o adolescente se han convertido en pequeños dictadores, que no atienden a razones y donde los padres han perdido toda su autoridad por el camino.
Modelo sacrificante: En este tipo de familias, el sacrificio es lo más importante, tanto de los padres hacia los hijos como al revés. Los padres se van sintiendo cada vez más obligados a ceder, porque el sacrificio hacia los hijos es bien entendido como un acto de deber y de buenas personas. En el extremo, este tipo de funcionamiento se transforma en una falta de doctrina que supone una exigencia continua por parte de los hijos que pueden llegar a despreciar y desvalorar los sacrificios de los padres. Los padres llegan a abandonarse personalmente para contentar los deseos de los hijos. El lema que mueve las relaciones es: “primero los demás”.
Modelo intermitente: Este tipo de modelo familiar surge de la ambivalencia entre las relaciones. Los padres cambian constantemente la manera de hacer, basándose en las ideas y opiniones de los demás. Esta manera de funcionar, puede llegar a generar muchas dudas, contradicciones y, sobretodo, inseguridad en los hijos porque no saben a qué atenerse. Pueden pasar de ser totalmente comprensivos a completamente rígidos. Los hijos explican, habitualmente, una sensación de que, hagan lo que hagan, siempre está mal, por lo que esta confusión genera inseguridad y frustración, generando algunas veces mucha necesidad de rebeldía.
Modelo delegante: Tal y como dice la palabra, este modelo de familia delega la crianza y la educación de los hijos a otras personas, en general a los abuelos. Estos casos nos los encontramos en ocasiones en familias que no son capaces de manejarse de manera autónoma (separaciones, divorcios, progenitor ausente, padre o madre soltero) y se ven obligados a refugiarse en la familia de origen de alguno de los progenitores. En lugar de asumir responsabilidades, ponen de manifiesto su incapacidad de valerse por sí mismos. Por un lado, hay una comodidad a nivel logístico, pero si no se es capaz de formar un núcleo propio, la relación con los “ayudantes” se vuelve una condena donde siempre se cree estar en deuda. Los padres delegan en los abuelos y los hijos, al no haber una figura de autoridad fija, acaban haciendo un poco “lo que les va bien”, siendo en cierta manera, niños consentidos.
Modelo autoritario: Estas familias se componen de padres que ejercen el rol de poder de manera determinada y rígida. La disciplina y el respeto de las normas se encuentra por encima de todas las cosas. El patrón típico disfuncional que suele darse es: padres que exigen a los hijos que obedezcan y cumplan normas porque están en una posición de inferioridad y los padres de fuerza. Mientras que los hijos, a más autoridad, más rebeldía. La sensación de los padres suele ser de rabia, enfado y decepción de los hijos, mientras que los hijos suelen necesitar más emocionalmente, puesto que lo que más reciben de los padres es control.
Fuente: Modelos de familia (Nardone, 2003).
Estos modelos nos sirven para entender los diferentes tipos de familias que nos llegan a consulta en un estado disfuncional, es decir, cuando se ha llevado al extremo la manera de funcionar y no está resultando para todos o para alguno de los miembros. Por supuesto, el pertenecer a un tipo de familia u otra no significa que tenga que existir un patrón problemático. Si bien es cierto que, cuando hay un patrón problemático en el funcionamiento familiar, se sufre mucho. Es por esto que en Neuroespai damos especial importancia a la terapia familiar, el asesoramiento y orientación a los padres en el abordaje de adolescentes con problemas, ya que sabemos que los padres son una pieza clave para lograr un buen equilibrio y funcionamiento familiar.
Amalia Muñoz (Directora y Psicóloga Neuroespai)