La autoestima, como indica su nombre, es la capacidad que todo ser humano tiene para quererse, admirarse y aceptarse, tanto “por dentro”, a nivel personal, como “por fuera”, a nivel físico. Es importante que el equilibrio entre ambos niveles sea equitativo, pues de nada sirve sentirnos guapos y espléndidos si pensamos que somos unos fracasados; o sentirnos satisfecho con nuestras destrezas intelectuales pero poco o nada agraciados físicamente.
La compensación del conjunto es lo que se determina como una adecuada autoestima.
Una adecuada autoestima nos permite tirar hacia adelante nuestra vida, superando obstáculos e imprevistos, siendo más responsables y seguros de nosotros mismos y de las decisiones que tomamos. Una baja autoestima nos procura inseguridades y dificultades para solventar cualquier problema a lo largo de nuestra vida, es decir, potencia una posición negativista y catastrófica.
Fortalecer la autoestima en nuestros hijos
A continuación os proponemos algunos puntos imprescindibles y fáciles de conseguir:
- Ser consciente, como padres, de la importancia de este concepto es el primer paso para transmitírselo adecuadamente a tu hij@ desde que éste/a sea capaz de comprender lo que le decimos. La autoestima se va creando a lo largo de la vida, lo que vemos, oímos y percibimos, de nuestra persona, durante los primeros años de vida será crucial para el desarrollo de ésta.
- Establecer un vínculo más sano y productivo con los hijos, ya que a veces se peca de sobreprotector, de autoritario o de permisivo, cuando, una vez más, es el equilibro entre los estilos educativos es la clave del entendimiento.
- Enseñarles a asumir responsabilidades acordes a su edad. Cumplirlas les dará una sensación de competencia, de pensar “soy capaz”, al mismo tiempo que descubrirá el resultado, positiva o negativa que se deriva de realizar, o no, esa tarea.
Por ejemplo ayudar a recoger los juguetes al terminar de jugar es un ejemplo perfecto de lo que pueden hacer para empezar a ganar esa confianza en sí mismos. A medida que crecen, pueden ir adquiriendo nuevas responsabilidades relacionadas con la convivencia en el hogar, tales como poner o recoger la mesa de las comidas, llevar la ropa sucia al cubo de la lavandería, ayudar a mamá y papá hacer la comida (o sacar los ingredientes necesarios para ello), ordenar su habitación, hacer la cama, etc. U otras de carácter personal, como tratar de ducharse, vestirse y desvestirse solos, elegir la ropa, peinarse, preparase la mochila, etc.
Un error que no ayuda al desarrollo del amor propio (autoestima) es hacer todo por ellos. Hay que entender que los niños van creciendo y no estarán permanentemente bajo nuestro cuidado, cuando antes se inicie su autonomía mejor para todos.
–Animarles a que realicen cosas nuevas y felicitarles por el buen trabajo realizado o por el intento de ello. Es imprescindible animarles “a que lo hagan” con un vocabulario comprensible y motivador para su edad, con el fin de que se crean capaces. Una vez realizada la acción, mejor o peor, hay que darles la enhorabuena. Expresar a tus hijos que confías en ellos, que crees en ellos y que cuentan con tu confianza es el mayor apoyo y aliciente de crecimiento personal que pueden tener.
Sin embargo, hay que ser precavidos y evitar hacer creer que tu hijo es el mejor en todo. Para ello es preferible elogiar aquello que han hecho y no tanto su persona en general. En lugar de decir: “eres la mejor”, intenta decir: “has hecho muy bien los deberes, has tomado una buena decisión, etc”.
– Ofrecerles oportunidades para que aprendan sin frustraciones. Aprender es un proceso y por ello las cosas no saldrán a la primea. Es importante, aparte de animarles a iniciarlas, intentar que no desistan o se desmotiven por el camino.
Para ello se debe atender sus dificultades con sugerencias y observaciones positivas, normalizando sus equivocaciones, así como a ofrecer oportunidades en vez de quitárselas.
Por ejemplo, si uno de tus hijos quiere aprender a fregar pero lo llena todo de jabón, salpica agua al suelo, etc. En su lugar de decirle que no puede hacerlo o que no sabe, reconoce su intención (que bien que quieres ayudarme a mantener la cocina limpia) y enséñale poco a poco, quizás limpiando únicamente su plato y luego dale la alternativa de hacer otra tarea más simple. A fin de cuentas, lo que ellos desean es imitar tu comportamiento.
Si tu hij@ hace algo regular o mal es bueno decírselo, también, porque tiene que aprender a aceptar sus fracasos, pero es imprescindible utilizar un tono de voz neutro, sin mostrar enfado y con un discurso reflexivo con el que tu hij@ pueda llegar a la conclusión de que porque no le haya salido esta vez, no lo pueda conseguir nunca.
–Evitar las comparaciones. Los niños tienen que saber que no tienen que ser, pensar o comportarse como sus hermanos o compañeros del colegio. Si no actuar como ellos se sientan bien, apreciando las características que les hacen únicos, comprendiendo que todos somos diferentes y que no todo se nos dará bien. Es la mejor señal de una buena autoestima.
La idea debería ser: aceptar y comprender la individualidad de cada uno de los hijos y no procurar una crianza de competición entre ellos. Si el primero caminó con nueve meses y el segundo tiene un año y aún no camina hay que ser pacientes y proporcionarle el apoyo que necesite, no presionar para que lo haga como el hermano, ya que adoptar esa actitud no procura más que sufrimiento y desesperación que será transmitida al crio.
–Evitar hacer la crítica negativa en público. A veces lo que puede ser un simple toque de atención, puede ocasionar en el niño@ (más aún en edad adolescente), consciente de su alrededor, el calvario más grande de su vida, promoviendo la evitación a intentar de nuevo aquello en lo que falló o creer que “no es capaz” y rechazarlo.
–Dejar que sean ellos los maestros. No está demás darles la opción que sean ellos los que propongan planes, expliquen las instrucciones de un juego, nos proporcionen alternativas a un problema (asequible para su edad), etc. Con el fin de que se sientan con la responsabilidad de la situación, ya que les proporcionará una sensación de satisfacción, pues habrán llevado a cabo algo que ellos controlan y que anticipan éxito.
Por supuesto, una parte fundamental del desarrollo de la autoestima de los niños es sentirse amados y escuchados por sus padres. Conversar con ellos, estar pendientes de sus intereses y preocupaciones es una obligación constante.
Es importante no olvidar que la autoestima no es algo estable por ello es importante trabajarla día a día.
Todos tenemos problemas con nuestra autoestima en determinados momentos de la vida pero es sobre todo en la adolescencia cuando esto puede ocurrir con más fuerza, ya que es una etapa en la que descubrimos quiénes somos y cuál es nuestro lugar en el mundo y ello nos hace ser más duros y críticos con nosotros mismos. Además los referentes utilizados acostumbran a ser muy idealizados, aspecto que crea frustración por no alcanzar nunca aquello que es, muchas veces, inalcanzable. Como padres es importante conocer el estado del hijo/a adolescente, entender sus deseos (aunque puedan parecer surrealistas), sin querer quitarle la importancia que ellos ven en eso, ya que si no, dirán la famosa frase:“es que no me entiendes”, se cerrarán en banda y será muy difícil penetrar en su ego. Es mejor hacerles ver poco a poco sus cualidades y proporcionarle metas alcanzables y beneficiosas para ellos.
Natalia Cazorla (Psicóloga Infanto-Juvenil)