La habilidad para comunicarnos es un factor central de la especie humana, y como seres sociales que somos, estamos continuamente comunicándonos. La habilidad que cada uno ha adquirido para comunicarse con los demás se puede mejorar entendiendo los tipos de comunicación que tenemos e identificando qué tipo de respuesta utilizamos en cada momento.
Uno de los aspectos que se suelen trabajar en consulta (¡de entre muchos otros!) para modificar y mejorar estas dificultades, son los estilos comunicativos. Todas las personas ante las diversas situaciones sociales adoptamos un estilo comunicativo:
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Estilo comunicativo pasivo o inhibido. Es característico de aquellas personas que evitan la confrontación y llamar la atención, y que les gusta satisfacer a los demás.
Las personas con estilos comunicativos pasivos tienden a anteponer los deseos y opiniones de los demás a los suyos propios. Algunos ejemplos de respuestas pasivas: “como tú quieras”, “no sé”, “lo que a tí te parezca”, “supongo”, “bueno”, “da igual”, “realmente no es importante”, “no te molestes”…
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Estilo comunicativo agresivo. Es el que utilizan aquellas personas que quieren conseguir sus objetivos, sin preocuparse de la satisfacción del otro. Su característica general es que conlleva agresión, como su propio nombre indica, así como desprecio y dominio hacia los demás. “Por qué te enfadas? Vaya tontería”, “haz esto de una vez”, “deberías darte cuenta”, “lo haces fatal”, “ten cuidado con lo que haces”, “si no lo haces atente a las consecuencias”, “trae, que tú no sabes”…
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Estilo comunicativo asertivo. Este estilo comunicativo implica el ser capaz de expresar tus sentimientos, ideas u opiniones, de forma que aún defendiendo tus propios derechos, se respeten también los derechos de los demás. El objetivo de la persona que es asertiva no es conseguir lo que desea a cualquier precio, sino saber expresar lo que desea de manera adecuada, convirtiendo a menudo la comunicación en una negociación. “yo pienso que”, “a mi me parece que” o “me gustaría que”, “¿cómo podemos resolver esto?”, “¿qué piensas?”, “¿qué te parece?”, “¿en qué te puedo ayudar?”…
Lo que suele ocurrir en casa -cuando hay conflictos de comunicación- es que los padres, debido a su autoridad, poco tiempo, prisas, poca paciencia, estrés, etc., utilicen un estilo de comunicación agresivo. En este caso, cuando los hijos son pequeños utilizan un estilo pasivo y cuando se acercan a la adolescencia, bien por rebeldía, bien por imitación, utilizan también el estilo agresivo. El resultado es un choque de trenes bastante importante que muchas veces, rompe la armonía de la convivencia.
Muchos de los problemas que acuden a la consulta de un psicólogo infanto-juvenil están relacionados con las dificultades de comunicación y las dificultades de entendimiento entre padres/madres e hijos adolescentes. A menudo, las disputas que hay en casa son tan frecuentes que la desesperación les lleva a pedir ayuda.
Tanto padres y madres como hijos e hijas, deben trabajar para intentar que sus respuestas y sus actos comunicativos sean asertivos y así poder expresar de manera natural lo que les disgusta de la actuación del otro, como lo que les gustaría recibir. Comunicándonos de manera asertiva, conseguimos mostrar nuestro desacuerdo sin herir los sentimientos de la persona que nos escucha y podemos llegar a acuerdos para solucionar las disputas diarias.
Claro está que éste no es el único ingrediente para solucionar las dificultades diarias, pero trabajar la asertividad es un primer paso para no llegar a una escalada en el diálogo y poder empezar a identificar y buscar soluciones a las dificultades que se nos presentan.
De la misma manera que aprendemos un estilo comunicativo agresivo o pasivo, podemos aprender un estilo mucho más beneficioso para todos: el saber escuchar y transmitir lo que deseamos de una manera sana (estilo asertivo). Comunicarnos es una habilidad innata, aunque el estilo comunicativo se observa, se aprende y se transmite. Comunicarnos sanamente con nuestra familia y amigos es lo que permitirá una convivencia rica, tranquila y feliz. No importa que nuestros padres no nos hayan enseñado eso que ahora llaman “asertividad” (que seguramente alguien inventaría hace no mucho tiempo), lo importante es aprender todos los días a vivir mejor.
Y para acabar… os dejamos los derechos asertivos básicos, que todos debemos tener en cuenta a la hora de interactuar con otras personas.
LOS DERECHOS ASERTIVOS BÁSICOS
1. Tenemos derecho a ser tratados con respeto y dignidad
2. Tenemos derecho a tener y expresar los propios sentimientos y opiniones
3. Tenemos derecho a reconocer las propias necesidades, establecer los objetivos personales y tomar nuestras propias decisiones
4. Tenemos derecho a cambiar
5. Tenemos derecho a decir “no” sin sentirnos culpable
6. Tenemos derecho a pedir lo que queremos, aceptando a la vez que los demás también me pueden decir “no”
7. Tenemos derecho a pedir información y ser informados
8. Tenemos derecho a cometer errores
9. Tenemos derecho a ser independientes
10. Tenemos derecho de gozar y disfrutar
11. Tenemos derecho a decidir el hacerme cargo o no de los problemas de los demás
12. Tenemos derecho de no necesitar la aprobación de los demás
13. Tenemos derecho a no ser perfectos
14. Tenemos derecho a decidir no ser asertivos
Como véis, tenemos muchos derechos, pero…¡Recuerda!: “Tener derecho, no significa una obligación por parte de los demás”. En la interacción humana, los derechos son recíprocos y: “¡Alguien tiene que empezar…!”. Empecemos por enseñar a nuestros hijos estilos de comunicación saludables. Y si tenéis dudas, estamos para asesoraros, sabemos que nuestros consejos son muy importantes para vosotros.
Amalia Muñoz (Psicóloga Adultos Neuroespai)
Jordina Tor (Psicóloga infanto-juvenil Neuroespai)