Duelo, tristeza, ansiedad, melancolía, ataques de pánico, obsesiones, cambios de humor, explosiones de rabia…os podría contar cientos de historias de personas que buscan un psicólogo que le ayude en esos periodos donde el malestar se vuelve insoportable.
Todas y cada una de las personas que se sienta en mi consulta tiene su propia historia, su propio camino, su propia manera de vivir y explicar lo que siente. Esto es lo que hace único y exclusivo el trabajo psicoterapéutico: la intrasferibilidad de las experiencias de vida. A su vez, esto es lo que lo hace parte del sufrimiento, la incomprensión del alrededor sobre lo que uno vive. Además, algo que frecuentemente se minusvalora es el hecho de que sean únicas, cuando, precisamente, esto las hace tremendamente poderosas, porque el terapeuta se siente obligado a observar atentamente, a preguntar minuciosamente, a indagar detalladamente, a imaginarse caminando con los zapatos de esa persona que explica esa historia única.
En mi experiencia, la sensación que tengo es que todas esas historias acercan a los pacientes a un mismo sitio: una sala de espera, o un callejón sin salida. “Me siento bloqueado”, “me veo dando vueltas en bucle”, “me he quedado atrapado”, “no veo la salida”, etc. Y después de esto viene la pregunta temida por todo psicólogo: “¿Qué hago para salir de aquí?”. Cuando llegamos a este punto, mi pregunta es “¿Qué no has intentado para salir de ahí?” y muchas veces, la respuesta es: “lo único que me queda por intentar es venir a terapia”, o algo parecido. La verdad es que lo que da miedo de la pregunta anterior es lo que suele significar, que sería algo como: “quiero una solución rápida y la he venido a buscar a terapia porque yo no la encuentro”.
Esto nos lleva a un punto clave en el recorrido del malestar emocional: querer salir antes de llegar a estar dentro. Buscar atajos. La mala noticia es que no hay atajos posibles, cuando cogemos uno, resulta en un efecto boomerang que nos vuelve a llevar al punto de inicio. En realidad, coger el atajo es como alimentar el bucle.
Hay un cuento sufí que describe este fenómeno con el que nos hemos encontrado todos alguna vez:
“Una noche, un hombre que regresaba a su casa encontró a un vecino debajo de una farola buscando algo afanosamente.
-¿Qué te ocurre?- preguntó el recién llegado.
-He perdido mi llave y no puedo entrar en casa- contestó este.
-Yo te ayudaré a buscarla-
Al cabo de un rato de buscar ambos concienzudamente por los alrededores de la farola,
el buen vecino preguntó:
-¿Estás seguro de haber perdido la llave aquí?-
-No, perdí la llave allí- contestó el aludido señalando hacia un oscuro rincón de la calle.
-Entonces ¿qué haces buscándola debajo de esta farola?-
-Es que aquí hay más luz-“.
Muchas veces nos ponemos a buscar la respuesta antes de darnos la oportunidad de saber cuál es el problema, identificar. Si nos encontramos con el malestar de golpe, inmediatamente nos ponemos a buscar la solución fuera, esto es, buscar donde “lógicamente” se puede encontrar la respuesta. En el plano racional, esto tiene sentido (buscar la solución al problema), en el plano emocional, funciona de manera distinta.
Para poder salir del bloqueo emocional, la terapia es el lugar adecuado, aunque hay que tener en cuenta dos aspectos fundamentales:
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Como decía Confucio “un viaje de cientos de leguas empieza con un primer paso”
El paso previo a sentirse bien, satisfecho, feliz, tranquilo, etc., es dejar de sufrir por estar mal. Para eso hay que tomarse un momento para fijarse en esa experiencia de sentirse atrapado por el malestar, en lugar de buscar una solución inmediata que acabe con él.
Además, buscar una solución inmediata, provoca una reacción de incremento del malestar, porque de alguna forma, no estamos prestando atención a lo que pasa dentro de nuestra mente o dentro de nuestro cuerpo: como el señor que busca las llaves, buscamos la respuesta fuera. Es decir, luchar en contra del malestar, empeora el malestar y nos encadena aún más al estancamiento.
La terapia no ayuda al paciente a desbloquearse por lo que el terapeuta sabe. Ayuda a las personas a desbloquearse utilizando lo que las propias personas saben sobre sí mismas y sobre lo que les sucede.
2. Utilizar atajos no te hace llegar antes
Cada modelo terapéutico utiliza técnicas diferentes pero lo que todas tienen en común es la consideración de que las experiencias de los pacientes son más ricas y valiosas de lo que parece, y que prestar más atención a lo que vive, experimenta y sabe el paciente es el primer paso hacia el cambio terapéutico.
Os pongo un ejemplo. Cuando nos preguntan: “¿qué tal?”, solemos responder: “bien, gracias”. Sin embargo, esa pregunta puede ser infinitamente respondida: “bien, mira, ahora mismo me siento tranquila/o, tengo un poco de hambre, pienso en que hoy me apetece ir al mercado a comprar unas verduras frescas para hacerme la comida, creo que me he puesto una camiseta de más porque tengo un poco de calor y al imaginarme yendo al mercado, me acabo de dar cuenta de que el pie izquierdo me molesta un poco al caminar…” Emociones, sensaciones, pensamientos, número, duración, intensidad y un sinfín de procesos mentales están constantemente activos en nuestra mente. Y muchas veces, pasan inadvertidos o no son escuchados, lo que causa un gran malestar.
Lo que quiero transmitir es que si estás decidido/a a prestar atención a tu interior para ayudarte a desbloquear el malestar, es importante no coger atajos. Cada persona tiene su manera propia de tramitar el malestar. Así pues, “lo que yo creo que debe de ser” o “lo que le pasa a otra persona”, es buscar la solución fuera de mi, siguiendo un modelo lógico que debo de haber aprendido en algún lugar o comparándome con otras personas o situaciones. Ineficaz, siento deciros.
Duelo, tristeza, ansiedad, melancolía, ataques de pánico, obsesiones, cambios de humor, explosiones de rabia…todo son atajos, que esconden una inmensa experiencia de vida, llena de procesos, reacciones y creencias que van nutriendo nuestra concepción de nosotros mismos. El primer paso es identificarlos y, después, cuanta más atención prestemos a nuestro interior, mejor nos conoceremos y más herramientas dispondremos ante el malestar.
Además, ¿Sabéis un secreto? Aquellos aspectos más escondidos de nuestras vivencias suelen ser claves para desbloquear el malestar. ¿Te atreves a buscarlos dentro?
“Allí donde el agua alcanza su mayor profundidad, se mantiene más en calma” W. Shakespeare
Amalia Muñoz (Directora y Psicóloga Neuroespai)