En Neuroespai trabajamos con diferentes orientaciones de psicoterapia y atendemos una gran variedad de condiciones psicológicas, si bien uno de los problemas más comunes que nos encontramos detrás del motivo de consulta es el miedo a ser rechazados. Como dije en el último blog, me gustaría explicaros algunas técnicas para afrontar ese miedo y convertir el miedo en un trampolín hacia la seguridad, la confianza y la autoestima en uno mismo.
He oído muchas historias del tipo: “me trató mal, me dejó, y desde entonces elijo siempre el mismo patrón de pareja que no me trata bien y luego tengo miedo a que me abandonen”, “En el colegio me hicieron Bullying, se reían de mi, me hicieron la vida imposible y desde entonces no soy capaz de hablar delante de la gente, cosa que me afecta en el trabajo”, “en mi último trabajo me despidieron delante de todo el mundo, me humillaron y no he podido enfrentar ni una entrevista de trabajo”.
El denominador común de estas historias es el mismo, si no parecido: “ser rechazado me produjo tanto dolor que ahora prefiero evitar que me rechacen de nuevo”. En realidad, tratando de evitar el rechazo, lo único que se consigue es desconectarse de los demás, de las oportunidades, del presente y del futuro.
Si recordáis, en la historia del maestro zen del blog anterior, hay un mensaje importante que está como base de las técnicas que os voy a explicar a continuación: “No aceptes opiniones y comentarios que sólo sirvan para dañarte”. Puedes escucharlos, -incluso molestarte- y la experiencia de la vida te dará la suficiente fuerza interior como para poder esquivarlos, pero el paso primero es no dejar entrar las críticas.
Hay que tener en cuenta que, aunque no nos guste admitirlo, no vamos a poder evitar que nos rechacen alguna vez (caer mal a alguien, no ser admitidos en un trabajo, hacer algo que no le guste a alguien…), lo que sí podemos hacer es cambiar cómo lo vivimos o la forma en la que esto nos afecta.
Marisa Peer es una psicóloga con mucha experiencia en este campo y sigue estas técnicas que permiten crear una barrera impermeable a la crítica externa, sin olvidar la construcción de una buena autocrítica interna.
- Gracias por tu opinión.
Esta frase parece demasiado simple como para ser útil, pero a veces las cosas más sencillas son, precisamente, las más efectivas. Si alguien, en el día a día, te sorprende diciéndote: “Uy, ese corte de pelo que te has hecho no te queda bien”, responder “gracias por tu opinión” te ayuda a saltar la crítica. Parece casi una tontería, pero en realidad responder enfadado, o discutir o tratando de justificarse con uno mismo o con los demás ya hace ganar al otro con su crítica, porque ya la has dejado entrar. Si respondes un “gracias por tu opinión”, por un lado estás dejando claro que es una opinión del otro y te ofreces a ti mismo la opción de no aceptarla (así la dejas fuera por partida doble).
- ¿Me lo podrías repetir de nuevo, por favor?, no te he escuchado bien.
Una de las situaciones típicas en el trabajo es cuando un jefe o un compañero te dice “no sé para que te has ofrecido a hacer eso, lo has hecho fatal”. Responder con un “perdona, no te estaba escuchando, me lo puedes repetir de nuevo, por favor?” Disipa completamente la intención de la otra persona y seguramente conteste con un “bah, no me hagas caso, hoy no tengo un buen día” o “nada, perdona, hablamos luego”, o te ofrecerá hablar sobre lo sucedido haciéndote una crítica más constructiva. Reaccionar inmediatamente a lo dicho sube la tensión, deja entrar la crítica haciendo inevitable que tengamos que defendernos y como se dice: “responder al enemigo ya es darle importancia”.
Cuando le pedimos a alguien que nos repita lo dicho, el mensaje pierde fuerza y nos damos un espacio para reconducirlo. Si conseguimos disipar la crítica, en realidad, ya hemos ganado.
Si aún así la persona nos repite el mismo mensaje hay que pasar a la técnica 3:
- ¿Estás intentando hacerme sentir mal?
Si repite el mensaje crítico, por ejemplo diciendo: “realmente la has cagado en la reunión, deberías dedicarte a otra cosa”, podemos contestar preguntando si realmente nos quiere hacer daño o hacernos sentir mal. Seguramente contesten: “no, claro que no, sólo quería decir que quizás es mejor preparar las reuniones en equipo o practicar más para que se entienda mejor”. En este caso, nadie va a posicionarse como “mala persona”, capaz de hacer daño por hacer, por lo que se verá obligado a cambiar el mensaje de su discurso. Una vez más, así consigues no dejar entrar la crítica, porque la persona trata de canalizar su frustración hacia ti y esta pregunta le posiciona por debajo, obligándole a cambiar su mensaje.
- ¿Sabías que las personas más críticas son las que tienen más críticas reservadas para sí mismos porque se sienten muy insatisfechas?
Es poco probable, pero te puedes encontrar con personas que respondan afirmativamente a la pregunta de la técnica 3 con algo así: “pues sí, no me gustas y quiero que los demás se enteren de lo pésimo trabajador que eres”. Responderles que “las personas más críticas son las que esconden más autocrítica, por eso critican a los demás, para externalizar su propia insatisfacción”. Este mensaje tiene que expresarse de manera tranquila, sin sarcasmo, es lo que puede dejar a la otra persona sin armas. Digamos que es una manera de no dejar que el otro se beneficie de nuestro dolor o de hacernos sentir pequeño.
No dejar entrar la crítica es un arte que se aprende poniendo puertas y devolviéndole al crítico lo que intenta lanzarnos a nosotros. Lo que se consigue con estas técnicas en realidad es que cada uno se responsabilice de su parte, no de la parte ajena, ya que es muy costoso.
Empieza a poner en práctica estas técnicas y si aún tienes dudas sobre cómo utilizarlas, estaremos encantados de atenderte.
“Amarse a uno mismo es el principio de una historia de amor eterna” Oscar Wilde
Amalia Muñoz (Directora y Psicóloga)