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10 Verdades sobre las mentiras

1. Cualquier persona bajo presión o con un incentivo suficiente puede mentir

2. Los hombres mienten para impresionar a los demás y las mujeres para evitar conflictos o herir a alguien

3. Las mujeres aprender mejor a detectar mentiras que los hombres

4. Las «grandes mentiras» (por ejemplo infidelidades) sólo se explican a personas de mucha confianza

5. Las personas atractivas, sociables y con confianza en sí mismas tienen más tendencia a mentir, especialmente si se encuentran bajo presión.

6. Se miente más fácilmente en conversaciones telefónicas que cara a cara

7. Los autoengaños son necesarios para una buena salud mental. Se ha demostrado que las personas que se autoengañan menos pueden tener más tendencia a deprimirse

8. Los polígrafos NO detectan mentiras, sólo registran actividad fisiológica (sudoración, actividad cardio-respiratoria, entre otras) que no necesariamente tienen que estar asociadas con una actitud deshonesta

9. Las personas con estudios universitarios mienten con más frecuencia que las personas sin estudios superiores

10. Los adultos mienten constantemente a los niños

En un mundo ideal, todos desearíamos que no existiesen las mentiras, que un amigo no nos mienta, que la pareja no nos mienta, que los gobiernos no nos mientan. Decir la verdad es mucho más sencillo en términos de funcionamiento cerebral. Mentir exige inventar situaciones, palabras o personas que no existen e inhibir la verdad. Además, cuando se miente, se tiene que recordar lo que se dice para que la historia sea consistente. El mero hecho de mentir se convierte pues, en algo paradójicamente mucho más complejo que decir la verdad.

La neuropsicología ha comprobado que la actividad cerebral de una persona que dice la verdad es distinta que cuando se dice una mentira. La zonas implicadas en la actividad de mentir son por una parte el córtex prefrontal, que es una de la zonas más desarrolladas del cerebro en términos de evolución, que regula los procesos de memoria a corto plazo, conductas sociales, toma de decisiones y planificación. Por otra parte el cingulado anterior regula funciones emocionales y nos ayuda a empatizar con los demás. Además, algunos estudios han probado que el cortex prefrontal anterior se mantiene activo durante casi todas las formas de mentiras. Aunque no se sabe con certeza si la activación se debe a su función de inhibir la verdad o porque sirve como modulador de los conflictos morales que se establecen mientras mentimos.

 

LO QUE SUCEDE EN EL CEREBRO

 

Y ¿si siempre dijésemos la verdad? «Necesito un martillo y una escarpa para comerme estos macarrones que has hecho con todo tu cariño», «La verdad es que tu madre me parece muy estúpida», «Te has comprado unos zapatos horrorosos», «Te huele muy mal el aliento», «No te soporto», «No te quiero»… no es tan fácil, ¿no?

El psicólogo Robert Feldman cree que el propósito de las mentiras no es otro que mantener los contactos sociales, evitar discusiones y conflictos. Aunque algunas mentiras destruyen la confianza y la relación entre algunas personas, por lo general, las mentiras son una realidad que ayuda al entramado social de nuestras vidas.

Decir mentiras, engañar, ocultar o exagerar la verdad es algo común y aprendemos a hacerlo desde que nacemos. Los expertos en la psicología de las mentiras calculan que decimos entre 20 y 200 mentiras al día. Todos hemos creído y sido los Reyes Magos o el ratoncito Pérez, nos maquillamos, nos disfrazamos, teñimos el pelo y participamos en el arte de fingir por cualquier razón que se tercie, quizás, en un intento de gustar, de creer lo que queremos  creer o ser lo que nos gustaría ser.

 

Amalia Muñoz (Psicóloga y Neuropsicóloga Neuroespai)